Mezcal joven, brioso, puro, transparente, vive en una botella longilínea, tatuada con la silueta de una venus del agave que al elevar sus brazos señala la claraboya de madera, quizá un fragmento tomado de la tina que acunó su fermentación tan pronto nació de su cocimiento bajo tierra. Su perfume alcanza el olfato a penas inclinamos el caballito que obligadamente tiene que ser de vidrio o cristal para apreciar la perfecta transparencia de Nani, ver como corre y preparar su llegada, pues tan pronto se interna en la boca vuela, trepa, se estampa, despierta papilas y , sí, calienta y vive por largo rato. Cuando la acalorada se ha relajado y pide una segunda, te das cuenta de que aún la lengua y los labios sienten el beso de Kuaa Nani. Definitivamente un gran oro.